
Cómo hemos cambiado
En la prehistoria de Internet, hace unos 15 años, reinaba la ilusión y las ganas de crear y crecer. Se abrían miles de blogs cada hora. Se creaban nuevas plataformas para publicar on line. Proliferaban los premios y reconocimientos a bloggers. Nacían las redes sociales. Se agitaba el ambiente cada dos por tres con la aparición de revolucionarios dispositivos móviles y cacharros digitales. Había congresos nacionales e internacionales para debatir y conversar. Había hambre por aprender y experimentar. Se ponían en marcha foros y listas de correo para intercambiar opiniones e informaciones. Había mucha comunicación virtual y personal, mucha interactividad…
Ni se lee ni se escucha
Todo eso se está perdiendo. Ahora cada uno va a lo suyo. La conversación apenas existe y cuando la hay llega un pelotón de presuntos/as para destrozarla. Ni se lee con detenimiento ni se escucha al que habla. Los blogs han sido los grandes olvidados y se les ha quitado visibilidad y protagonismo en casi todos los medios. Ya no se presume de tener una comunidad bloguera, ya no gusta en los interesados altos despachos. La blogosfera –salvo excepciones– está sin vida, en silencio, plagada de cementerios digitales con calles sin nombre. Ahora cada uno «bloguea» en su muro de Facebook sin ser consciente de que lo que publica no queda archivado, tiene apenas unas horas de vida y un recorrido muy corto debido a un caprichoso algoritmo que decide quiénes de tu comunidad ven lo que publicas. Ahora hay una obsesión por las cifras de likes, retuits, seguidores, usuarios únicos y páginas vistas.
Involución de actitudes
Los congresos sobre comunicación digital y redes sociales están desapareciendo por falta de patrocinadores. Los smartphones y las tablets que se presentan como nuevos son evoluciones de lo ya inventado hace años. Apenas se innova ni se da un giro de 180 grados al hardware que ya conocemos. Se ha perdido aquella sal y pimienta on line que nos incitó en su día a conocer y navegar en el mundo digital. Algunos dirán que todo esto es una evolución comunicativa. Yo creo que estamos ante una involución de actitudes bajo una infoxicación que irrita y una saturación informativa que agota.
Seguimos en la prehistoria de Internet
No sé si a todo esto se le puede aplicar esa máxima de que «cualquier tiempo pasado fue mejor». Lo dudo. Lo que sí creo es que hace 15 años todo era menos interesado, más natural, más tranquilo, más divertido, más edificante y más ilusionante que ahora. Es una sensación, una certeza, una pena. Seguimos en la prehistoria de Internet. Seguimos aprendiendo.
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