Una amiga latinoamericana me decía ayer que le dolía que en todos los debates digitales era habitual que los españoles acabásemos discutiendo sobre la derecha o la izquierda, el PP o el PSOE, en el eterno tiki-taka de las dos Españas. Me lo comentaba porque le ha extrañado y alegrado a la vez la impresionante reacción en las calles y casas al triunfo de España en el Mundial 2010, un grito de júbilo donde se han aparcado los prejuicios, los localismos y las símbolos de cada terruño para celebrar unidos un triunfo de todos con todos. Por eso me han gustado especialmente las últimas 48 horas. Desde que tengo uso de razón nunca he visto a España tan unida y abierta. Pronto vendrán los rifirrafes dialécticos y político-mediáticos, por el espacio político, por el idioma, por el territorio y por el dinero, siempre el dinero. Pero bueno; tranquiliza saber que aunque dentro de unas horas volvamos a discutir por el debate del estado de la nación, por la financiación autonómica o por la velocidad del ascensor, un par de días la misma sociedad protestona, rival y rencorosa supo celebrar y disfrutar algo junta, sin complejos, alrededor de una bandera y un país admirados ahora mismo en todo el mundo. Toda una gozada olvidarse, por momentos, de tantos tiempos perdidos. / AP Photo: Itsuo Inouye
Un amigo escandinavo me decía ayer que le dolía que en todos los debates digitales era habitual que los catalanes acabasen discutiendo sobre la derecha o la izquierda, CiU o Esquerra, PSC e Iniciativa, en el eterno tiki-taka de las dos Cataluñas. Me lo comentaba porque le ha extrañado y alegrado a la vez la más que impresionante reacción en el Paseo de Gràcia de Barcelona a la convocatoria de manifestación por la dignidad de un país sin Estado, un grito de júbilo donde se han aparcado los prejuicios, los localismos y los símbolos de cada terruño para reivindicar unidos que aquí estamos, aguantando como nación, todos con todos. Por eso me han gustado especialmente las últimas 48 horas, independientemente de que el domingo muchos catalanes celebrasen también el triunfo de seis o siete compatricios triunfando con una camiseta deportiva que de momento es la que hay. Desde que tengo uso de razón nunca he visto a Cataluña tan unida (y diría abierta si no fuese porque abierta lo ha sido siempre): ricos, pobres, clases medias, ancianos, bebés a hombros de sus padres, juventud, ejecutivos, artistas, académicos, currantes, parados, ... Pronto vendrán los rifirrafes dialécticos y político-mediáticos, por el espacio político, por cómo gestionar el claro mensaje que la ciudadanía envió el sábado, por cómo detener la sangría económica y cultural a la que estamos sometidos, por si la vía es nuevamente el hastiante pactismo, o si bien esta vez proclamamos algo más contundente. Pero bueno; tranquiliza saber que aunque dentro de unas horas volvamos a discutir por el debate de política general, por la financiación o por el tren de alta velocidad (TGV, que no AVE) hasta Perpiñán, un par de días la misma sociedad protestona, orgullosa y hastiada de incomprensión castellana supo celebrar y disfrutar algo junta, sin complejos, alrededor de una bandera (con “estel” o sin él) y un país admirados en todo el mundo. Toda una gozada olvidarse, por momentos, de tantos tiempos perdidos.
Sólo dos preguntas: ¿Por qué es más importante o merecedor de aplauso sentirse sentimentalmente español que saberse simplemente CIUDADANO español, ni más ni menos, sin necesidad de ser nacionalista español (o españolista)? Y segunda: Siendo tan fácil de comprender e incluso aplaudir que haya nacionalistas españoles (o españolistas), ¿por qué es tan difícil admitir que haya nacionalistas catalanes, gallegos o vascos?
Félix, en ningún momento hablo de nacionalismos. Sólo destaco que por primera vez en mucho tiempo hemos estado unidos en algo durante 48 horas sin complejos y discusiones. Yo cada vez creo menos en los nacionalismos, ya sean españoles, vascos, gallegos, catalanes o conquenses.
Esta es la triste coartada que tan a menudo el nacionalismo de los Estados y sus legítimos nacionalistas sostienen alegremente: "en ningún momento hablo de nacionalismos". Es alucinante, pero se puede sostener eso y al mismo tiempo llamar "localismos" a naciones enteras como Cataluña, Galicia o Euskadi, y continuar con un "tranquiliza saber que (...) la misma sociedad (...) supo celebrar y disfrutar algo junta, sin complejos, alrededor de una bandera y un país admirados ahora mismo en todo el mundo". Y eso es no hablar de nacionalismos, claro. Digo yo que simplemente está empapado hasta la médula de ellos (del español, vaya).
Nacho, En ningún momento me refiero concretamente a lo que tu comentas. Pero precisamente por lo que comentas, es obligado matizar que PODEMOS CONVIVIR, COMPARTIR PROYECTOS (ECONOMÍA INCLUIDA) SIN NECESIDAD DE ESE ESPAÑOLISMO SIMPLISTA Y UNIFORMADOR que ha caracterizado el 70 o el 80 port ciento de la información "deportiva". Leer el Marca estos días era leer basura antideportiva, por poner un ejemplo. Y ahí va un ejemplo de los resuldos y los odios cultivados con premeditación, alevosía y electoralismo: Cuando Villa se enfunda la bandera de Asturies nadie dice nada, pero cuando Puyol y Xavi muestran un bandera catalana hay silbidos... Con la dirección del PP a la cabeza --digo ¡dirección!, no militantes del PP en general-- se ha cultivado un anticatalanismo, un antivasquismo y un antigalleguismo guerracivilista que ha calado en amplios sectores de la sociedad española (sectores que son los más viscerales, los más incultos e los más intolerantes, que no son pocos, pues a la postre somos hijos del franquismo y de una etapa de cobardía ética generalizada). Si una lección deberíamos extraer ¡todos! --pero sobre todo los nacionalistas españoles-- de la victoria de la selección de las Españas es que somos SUMA, no uniformidad, ni resta. Un abrazo y ¡visca España!; es decir, ¡vivan las Españas!, sumadas y unidas, que no uniformadas.
Al último "Anónimo", que supongo que también es el primero. ¡Sin conocerme para nada me tachas de españolista. Claro. Por eso este post incluye una canción de un estupendo grupo de Girona cantada en catalán...
Al resto le digo que los comentarios están reforzando el sentido y el trasfondo de esta entrada: acabose el mundial y volvemos a la bronca constante. Es lo nuestro.
Por lo que se ve, la ortodoxia vigente nos señala a todos como nacionalistas; unos nacionalistas oprimidos y otros nacionalistas opresores. Al parecer, según el docto parecer de los del dedo seañador, no caben más posturas.
Personalmente me autoexcluyo de ese maniqueísmo simplón, zafio y un poquito ignorante. Pienso que la mayoría pertenecemos a ese grupo silencioso que lo único que quiere es vivir y trabajar en paz sin que los iluminados de turno le apostillen epíteto alguno.
Soy europeo, soy español, soy gallego, soy coruñés y no tengo que pedir perdón o permiso a nadie para serlo.
Don Salvador de Madariaga también era coruñés, español y europeo, quizá uno de los visionarios precursores de la idea de Europa como suma de pueblos con raíces comunes.
Él miraba hacia delante, nunca hacia su propio, pequeño e insignificante ombligo.
Un amigo escandinavo me decía ayer que le dolía que en todos los debates digitales era habitual que los catalanes acabasen discutiendo sobre la derecha o la izquierda, CiU o Esquerra, PSC e Iniciativa, en el eterno tiki-taka de las dos Cataluñas. Me lo comentaba porque le ha extrañado y alegrado a la vez la más que impresionante reacción en el Paseo de Gràcia de Barcelona a la convocatoria de manifestación por la dignidad de un país sin Estado, un grito de júbilo donde se han aparcado los prejuicios, los localismos y los símbolos de cada terruño para reivindicar unidos que aquí estamos, aguantando como nación, todos con todos. Por eso me han gustado especialmente las últimas 48 horas, independientemente de que el domingo muchos catalanes celebrasen también el triunfo de seis o siete compatricios triunfando con una camiseta deportiva que de momento es la que hay. Desde que tengo uso de razón nunca he visto a Cataluña tan unida (y diría abierta si no fuese porque abierta lo ha sido siempre): ricos, pobres, clases medias, ancianos, bebés a hombros de sus padres, juventud, ejecutivos, artistas, académicos, currantes, parados, ... Pronto vendrán los rifirrafes dialécticos y político-mediáticos, por el espacio político, por cómo gestionar el claro mensaje que la ciudadanía envió el sábado, por cómo detener la sangría económica y cultural a la que estamos sometidos, por si la vía es nuevamente el hastiante pactismo, o si bien esta vez proclamamos algo más contundente. Pero bueno; tranquiliza saber que aunque dentro de unas horas volvamos a discutir por el debate de política general, por la financiación o por el tren de alta velocidad (TGV, que no AVE) hasta Perpiñán, un par de días la misma sociedad protestona, orgullosa y hastiada de incomprensión castellana supo celebrar y disfrutar algo junta, sin complejos, alrededor de una bandera (con “estel” o sin él) y un país admirados en todo el mundo. Toda una gozada olvidarse, por momentos, de tantos tiempos perdidos.
ResponderEliminarSólo dos preguntas:
ResponderEliminar¿Por qué es más importante o merecedor de aplauso sentirse sentimentalmente español que saberse simplemente CIUDADANO español, ni más ni menos, sin necesidad de ser nacionalista español (o españolista)?
Y segunda:
Siendo tan fácil de comprender e incluso aplaudir que haya nacionalistas españoles (o españolistas), ¿por qué es tan difícil admitir que haya nacionalistas catalanes, gallegos o vascos?
Félix, en ningún momento hablo de nacionalismos. Sólo destaco que por primera vez en mucho tiempo hemos estado unidos en algo durante 48 horas sin complejos y discusiones. Yo cada vez creo menos en los nacionalismos, ya sean españoles, vascos, gallegos, catalanes o conquenses.
ResponderEliminarEsta es la triste coartada que tan a menudo el nacionalismo de los Estados y sus legítimos nacionalistas sostienen alegremente: "en ningún momento hablo de nacionalismos". Es alucinante, pero se puede sostener eso y al mismo tiempo llamar "localismos" a naciones enteras como Cataluña, Galicia o Euskadi, y continuar con un "tranquiliza saber que (...) la misma sociedad (...) supo celebrar y disfrutar algo junta, sin complejos, alrededor de una bandera y un país admirados ahora mismo en todo el mundo". Y eso es no hablar de nacionalismos, claro. Digo yo que simplemente está empapado hasta la médula de ellos (del español, vaya).
ResponderEliminarNacho,
ResponderEliminarEn ningún momento me refiero concretamente a lo que tu comentas. Pero precisamente por lo que comentas, es obligado matizar que PODEMOS CONVIVIR, COMPARTIR PROYECTOS (ECONOMÍA INCLUIDA) SIN NECESIDAD DE ESE ESPAÑOLISMO SIMPLISTA Y UNIFORMADOR que ha caracterizado el 70 o el 80 port ciento de la información "deportiva". Leer el Marca estos días era leer basura antideportiva, por poner un ejemplo.
Y ahí va un ejemplo de los resuldos y los odios cultivados con premeditación, alevosía y electoralismo: Cuando Villa se enfunda la bandera de Asturies nadie dice nada, pero cuando Puyol y Xavi muestran un bandera catalana hay silbidos...
Con la dirección del PP a la cabeza --digo ¡dirección!, no militantes del PP en general-- se ha cultivado un anticatalanismo, un antivasquismo y un antigalleguismo guerracivilista que ha calado en amplios sectores de la sociedad española (sectores que son los más viscerales, los más incultos e los más intolerantes, que no son pocos, pues a la postre somos hijos del franquismo y de una etapa de cobardía ética generalizada).
Si una lección deberíamos extraer ¡todos! --pero sobre todo los nacionalistas españoles-- de la victoria de la selección de las Españas es que somos SUMA, no uniformidad, ni resta.
Un abrazo y ¡visca España!; es decir, ¡vivan las Españas!, sumadas y unidas, que no uniformadas.
Al último "Anónimo", que supongo que también es el primero. ¡Sin conocerme para nada me tachas de españolista. Claro. Por eso este post incluye una canción de un estupendo grupo de Girona cantada en catalán...
ResponderEliminarAl resto le digo que los comentarios están reforzando el sentido y el trasfondo de esta entrada: acabose el mundial y volvemos a la bronca constante. Es lo nuestro.
Por lo que se ve, la ortodoxia vigente nos señala a todos como nacionalistas; unos nacionalistas oprimidos y otros nacionalistas opresores. Al parecer, según el docto parecer de los del dedo seañador, no caben más posturas.
ResponderEliminarPersonalmente me autoexcluyo de ese maniqueísmo simplón, zafio y un poquito ignorante. Pienso que la mayoría pertenecemos a ese grupo silencioso que lo único que quiere es vivir y trabajar en paz sin que los iluminados de turno le apostillen epíteto alguno.
Soy europeo, soy español, soy gallego, soy coruñés y no tengo que pedir perdón o permiso a nadie para serlo.
Don Salvador de Madariaga también era coruñés, español y europeo, quizá uno de los visionarios precursores de la idea de Europa como suma de pueblos con raíces comunes.
Él miraba hacia delante, nunca hacia su propio, pequeño e insignificante ombligo.