El estado de malestar

No me refiero a la cansina policrispación parlamentaria que por desgracia, sigue in crescendo. Casi al mismo ritmo que la mediocridad política. Pero no me refiero a eso. No. Esta vez me fijo en la creciente crispación en los medios, en los semáforos, en la cola del súper, en las plazas, en el trabajo, en la calle en general y en las casas en particular. Debe ser la crisis, la tensión laboral, el calor aplastante o el exceso de materialismo e individualismo que nosotros solitos nos guisamos y comemos. O todo a la vez, quién sabe. Pero es evidente que cada vez más gente anda aislada en sus prisas a ninguna parte y, en general, mal encarada, acartonada, comprimida. Cuando te paras a conversar con conocidos muchos de golpe sueltan/soltamos una retahíla de quejas y problemas de tres al cuarto que se cargan de cuajo ese concepto utópico del estado de bienestar. Aunque estamos en el Primer Mundo, con comodidades y servicios nunca vistos, se percibe que cada vez hay más gente descontenta, más criticona con todo y con todos, absolutamente vacía de sonrisas y rosas blancas.

Basta con salir a la calle y ver que nuestras aceleraciones son proporcionales al uso descontrolado que le damos a las tarjetas de crédito. Basta con sentarse en un banco para ver lo espídicos y alocados que tantas veces vamos. Basta con navegar un poco en Internet y respirar el mal rollo que se ha instalado en ciertas informaciones y comentarios (ay los comentarios...) tan cargados de mala leche. Estado de malestar en estado puro. Quizá sea la antesala de que algún importante cambio socioeconómico se está cociendo a fuego lento. Ojalá sea para bien. Porque si seguimos así iremos como los cangrejos: de culo.

Comentarios

  1. Los comentarios son lo mejor de los medios digitales: la variedad de fauna humana que somos queda en evidencia en cada palabra. Y tenés razón Nacho, quejarse, quejarse, que de los políticos vale, pero no del tiempo cuando hacen 25 grados en Coruña y en la cola del super todo el mundo se queja del calor. No estamos contentos. Ni lo estaríamos, aunque no hubiera crisis, ni calor...

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  2. Es que las necesidades son infinitas y los recursos limitados. Y encima, los políticos los derrochan o se los embolsan.
    Mucha gente empieza a estar más quemada que un cenicero en un bingo.
    Además, con la tele, con internet, con ipad, con ebook, etc, falta tiempo para todo.

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